Page 89 - El Jugador - Iain M. Banks
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encima de la mesa, y habían invadido la parte de ésta que
se suponía correspondía a Gurgeh. La ráfaga de viento
que se produjo cuando el tren entró en el túnel hacía una
hora estuvo a punto de llevarse las cartas de menos peso,
y las sujetaron con vasos y pisapapeles de cristal que
aumentaron todavía más la impresión de confuso
desorden, impresión ya reforzada por la pintoresca
aunque un tanto afectada costumbre del señor Dreltram
de anotar manualmente todos los movimientos en una
tablilla (afirmaba que en una ocasión la memoria de un
tablero de anotaciones se había borrado a causa de una
extraña avería privándole de todos los datos sobre una de
las mejores partidas que había jugado en su vida). Gurgeh
empezó a levantar cosas canturreando para sí mismo
mientras buscaba la tarjeta de cerámica con los ojos.
Y entonces oyó a su espalda una repentina inspiración
de aire que casi parecía una tos de incomodidad. Giró
sobre sí mismo y vio al señor Dreltram, quien parecía
extrañamente a disgusto. Gurgeh frunció el ceño. El señor
Dreltram ‐‐que acababa de volver del cuarto de baño y
tenía las pupilas dilatadas por la mezcla de drogas que
estaban produciendo sus glándulas‐‐ fue hacia la mesa
seguido por una bandeja llena de bebidas, se sentó y clavó
la mirada en las manos de Gurgeh.
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