Page 137 - La Nave - Tomas Salvador
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verdad debe tener una ordenación, una lógica. Es
más, yo he llegado gradualmente —por atavismo,
por intenso estudio, por dedicación plena, hasta por
tradición— a una verdad. El Señor de la Nave no
puede dedicarme tanto tiempo como yo he
dedicado a mis lucubraciones; puede escucharme
un día, dos, tres si le fascino o entretengo como sus
bufos. ¿Cómo le condenso yo mis curiosidades, mis
descubrimientos, mis deducciones?
Del modo que sepa retener su atención depende el
que me siga escuchando, el que me siga otorgando
su confianza. ¿Qué puedo decirle, Dios mío, en este
encuentro? Los siglos de servidumbre que llevamos
me hacen temblar en su presencia. Y yo no soy más
que un sencillo hombre de Letras, célibe, ya en la
edad en que el vigor se pierde...
Las lamentaciones no me llevarán a ninguna parte.
Si aquí tengo miedo, ¿qué haré ante él? No; no
puedo afrontar el problema de esta forma. No
puedo presentarme ante él arrogantemente de
forma que le irrite, pero tampoco de forma servil
que le incline a pensar que soy insignificante. Debo
ser yo mismo, Shim, Hombre de Letras de la XXIII
generación, hombre que conoce la historia de la
Nave y que puede ser consejero de su autoridad.
Debo hablar sin pasión, fríamente, como el que
informa, como el que reaviva las experiencias
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