Page 135 - La Nave - Tomas Salvador
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cabeza; el Señor de la Nave, que es ciego, miraba sin


            ver,  con  una  expresión  indescifrable  en  el  rostro.


            Los cortesanos y guardianes se han apartado de mí.


            He quedado solo y he tenido miedo. Y Mei‐Lum‐


            Faro,  al  fin,  habló  y  me  dijo:  «Vendrás  a  verme,



            Shim, y me dirás lo que hayas aprendido.»


               Sucedió ayer. Hoy no han acudido los albinos a las


            fronteras y las factorías únicamente tienen el poco



            personal  kros  a  ellas  dedicado  por  tradición.  Yo,


            Shim, dedicado al Libro, he vuelto al Libro, y ante


            él trato de ocultar mi miedo. No es posible escapar


            de la Nave y ni siquiera se puede pensar en ello.


            Tengo  abierta  la  puerta  de  la  cámara.  Ningún


            guardián  está  a  la  vista;  pero  me  siento  vigilado,


            cercado por la sospecha. No debí hablar al Amo en



            la forma en que lo hice.


               Pero ya no tiene remedio. Es lo que pensaba ayer


            del dolor y el dedo. Obré y luego pensé. Hoy debo



            pensar y luego obrar. No puedo desobedecer a Mei‐


            Lum‐Faro.  Me  queda  un  tiempo  que  no  puedo


            calcular,  y  debo  aprovecharlo.  Cometí  una


            imprudencia,  porque,  contra  toda  tradición,  osé


            discutir una orden del Señor de la Nave, intercedí


            por un wit y le demostré saber algo que él ignoraba.



               Sin embargo, tengo razón. El wit mentía. Yo, por


            lo menos, no he visto en el Libro indicación alguna


            de  que  los  albinos  hubieran  asaltado  la  parte




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