Page 330 - La Nave - Tomas Salvador
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Lo que estaba naciendo pesaba. Levantó sus brazos


            sin manos y al pecho los puso. Acató las palabras


            oídas con gesto callado y sumiso. Abul sonreía,


            y el pueblo wit gritaba: «¡Navarca! ¡Navarca!»








                                  3. CONFIDENCIAS A SAD



               Reposan en la cámara de sombra respetada.


            Los wit están borrachos y aúllan a lo lejos.


            Hasta los niños acompañantes han querido gozar


            de la alegría. Están solos. Sad oprime el rostro


            del amado, y Shim, Navarca, apenas contiene su


            temblor.


            Teme hablar y hacerlo tristemente. ¿De dónde la



            tristeza en día tan rotundo? ¿Qué sueño le


            conturba?


               —No, Sad; tú no; no tiembles, ¿tienes miedo a las



            sombras?


            Si acaso lo deseas puedo llenar la cámara de luces.


            ¿Quieres? No llores, Sad, repito. Mi soledad


            es mía, mía mi pesadumbre, y tú no debes


            entenderla.


            Sería demasiado. Es mentira la compañía del triste.


            Y quiero descansar en ti, ahora, mañana, siempre.



               Así dijo y esperó la voz de la callada, Sad la


            compañera, la que estaba a su lado después de


            haber



            vencido en lucha no querida, acaso no esperada.

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