Page 343 - La Nave - Tomas Salvador
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Los falux encendidos son signos de la raza


            y caminan erguidos. Ha cambiado el ozono y


            cumple


            la embajada. Al fin se llega al hueco de una plaza


            y allí espera un grupo de notables. El Navarca



            sonríe y su andar encamina al bando que aguarda.


               —Salud, Aro, ¿no recuerdas al Hombre de Letras


            que contigo aprendía ajedrez y fue castigado



            por Faro? Yo pedí la tregua y traigo la embajada.



               Dijo, y calló, esperando respuesta de Aro:


               —Te recuerdo, Shim. Algunos cautivos y espías


            han dicho una rara aventura. Como Abul has



            amado


            a una blanca y has sido elegido Navarca


            del pueblo escondido. No puedo creerlo y espero


            lo niegues, aunque sin duda su amigo sí eres.



               Así dijo Aro, y calló, y nuestro Navarca explicó:



               —Es cierto. Aro. Es larga la historia y el tiempo


            pequeño, mas te diré en seguida la sencilla verdad:


            los padres de las familias me hicieron Navarca


            y el pueblo wit me quiere. ¿Dónde está Lum‐Faro?



               —En buena o mala hora vienes, Shim; ¿por el


            Señor


            preguntas? Ven conmigo y podrás contemplarlo.



               Dijo, y calló, señalando un testero cercano.



               Sorprendido, el Navarca de Aro siguió el gesto.




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