Page 42 - La Nave - Tomas Salvador
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¿Debo mirar en el Libro si existe una explicación al
hecho de que nosotros, los hombres de la Nave, no
sepamos medir los instantes de nuestra vida? ¡No;
no lo haré!
Debo consignar, porque es la Ley, un suceso que
ha suscitado muchos asombros y que ha
desordenado algo el ritmo de la Nave. Ha
desaparecido de su cámara —de los célibes— el
llamado Abul, hijo de Han y Jeni. Trabajaba en la
corta de glucosa para el alimento de la proteína y
hace tres sueños que no se presenta en el trabajo. Y
se ha descubierto, también, que no ha dormido en
la cámara, sin que nadie sepa dónde está.
¿El tiempo...? Me duele esta obsesión, esta
curiosidad. La curiosidad está prohibida por la Ley.
¿Por qué? Muchas, demasiadas preguntas me estoy
haciendo. Y lo peor es que las escribo aquí, ¿dónde
lo haría? El libro es mío; me pertenece...
No; no es mío; rectifico. El libro pertenece a la
Nave. Todo pertenece a la Nave y yo soy su más
humilde servidor. Debo servir a la Nave, debo
servir a la Nave, debo servir a la Nave. Cumplo la
Ley y escribo: por los ventanales espaciales se
observan síntomas de que la Nave está penetrando
en una galaxia; un polvo —debe serlo— se adhiere
a los cristales y como una mancha tenue rompe la
insondable negrura del espacio. Hacía mucho...
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