Page 45 - La Nave - Tomas Salvador
P. 45

inmediatamente  el  razonamiento  me  lleva  a  la


            conclusión  de  que  debieran  existir  signos  más


            perdurables,  a  modo  de  memoria  de  los


            conocimientos  adquiridos,  para  trasladarlo  a  los


            ausentes. En suma: unos signos imborrables.



               Pero,  ¿dónde  están?  Y  me  digo:  en  el  Libro.


            Ciertamente,  el  Libro  es  un  conjunto  de  signos


            imborrables  y  translaticios.  Nada  más  hay  en  la



            Nave  que  permita  ejercitar  tal  función.  ¡Nada,


            excepto  el  Libro!  ¿Será  por  eso  su  condición


            sagrada?



               Debiera  detenerme,  pero  no  puedo.  (¡Estoy


            excitado  de  ideas!)  Estoy  ante  el  Libro  y  estoy


            escribiendo;  y  puedo  leer  y  escuchar  lo  escrito


            cuando quiera. ¡Pero el Libro no es un solo cuerpo,


            un  solo  volumen!  ¡Son  doce  cuerpos,  doce


            volúmenes!  ¿Un  libro...?  ¿Doce  libros...?  ¿Doce


            partes del Libro? (¡Estoy loco de ideas!) Comprendo



            que haya doce partes del Libro, o comprendo que


            sean doce los Libros, puesto que si XXIII Hombres


            de Letras han escrito en él, a lo largo, cada uno, de


            cuatrocientos  ciclos  femeninos,  han  necesitado


            (¡Estoy herido de ideas!) decir lo que pasaba en la


            Nave, o lo que ellos quisieran decir, como lo estoy


            diciendo  yo,  son  muchos  sueños  y  muchos  ciclos



            que,  aunque  sólo  fuera  a  una  hoja  por  ciclo,


            suponen  muchas  cosas  dichas,  muchos  cilindros




                                                                                                            45
   40   41   42   43   44   45   46   47   48   49   50