Page 48 - La Nave - Tomas Salvador
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deambulado por la Nave, desde las terrazas
superiores a las rampas que descienden a las
tinieblas centrales donde viven los albinos. De
hecho, he estado más cerca de ellos que otro hombre
alguno de mi generación y de mi clase. Los
guardianes me advertían el peligro, y por las
últimas rampas y planos me acompañaban. Sin
embargo, no llegué, ni con mucho, a penetrar en las
cavernas malditas. Encontré a mi paso algunos
individuos de la raza maldita, blancos, de aspecto
repugnante, cabellos largos y lacios, vestidos negros
y pies descalzos. Al pasar nosotros se volvían de
espaldas, de cara a la pared, como es Ley. Sumisos,
serviles, no me parecieron particularmente
peligrosos. Dicen los guardianes que a medida que
se adentran en la masa central e inferior de la Nave
se vuelven más numerosos e insolentes. Viven, o
pueden vivir, en la oscuridad. Me dicen que sus
mujeres son muy bellas, especialmente cuando son
jóvenes. Si se marchitan después, debe de ser por su
vida disoluta y animal. No he seguido el tema,
porque, como hombre obligado a no tener
descendencia, no me interesa. He notado que crece
el peso y en seguida se cansa el que se atreve a subir
y bajar las innumerables escaleras metálicas. El aire
es pesado y se reemplaza mal. Hay pocas luces, y en
algunos puntos ninguna, de modo que a veces se
dobla una esquina sin haber esquina, o no se dobla
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