Page 53 - La Nave - Tomas Salvador
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para la poda, y el punto exacto de sequedad de las


            hojas. Por lo demás, la corriente vital de agua y calor


            que  abastece  a  las  granjas  llega  por  conductos


            escondidos, de los cuales sólo se sabe por el punto


            de desagüe.



               No  he  podido  reducir  el  tiempo.  Ni  tampoco  he


            encontrado libros. Habré de acudir al Libro; habré


            de  saber,  por  lo  menos,  si  siempre  ha  sido  igual.



            Ciertamente, ya sé que «no siempre ha sido igual»,


            y  que  la  dinastía  Faro  sólo  cuenta  doce


            generaciones; pero exactamente, yo pretendo otra


            cosa. El Libro está aquí, como una incitación y un


            peligro. Y yo, Shim, hijo de Karin y Torna, Hombre


            de  Letras  de  la  XXIII  generación,  me  siento


            infinitamente  desgraciado.  Hubiera  sido  mucho



            mejor  que  no  me  correspondiera  esta  ocupación.


            Hubiera  sido  mejor  que  la  curiosidad  no  me


            molestara y doliera. Presiento infinitos males. Me


            asombra  esta  idea  de  la  Nave,  inmensa  mole,


            perdida  en  el  espacio.  Lo  mismo  que  siento  el


            vértigo si me asomo a los ventanales, siento ahora


            el  vértigo  oscuro  de  la  duda.  Pero  hay  una


            sensación,  un  orgullo:  la  Nave.  Sea  lo  que  fuere,


            tema lo que tema, la Nave existe. Yo soy parte de la



            Nave.  Y  las  escaleras  y  pasillos,  y  las  terrazas  y


            cámaras... Todo este conjunto es la Nave. Si tiendo


            la mano, toco la masa de acero; ésta es la Nave. Y





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