Page 67 - La Nave - Tomas Salvador
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arrepentimiento sincero y el firme propósito de no
hacer más locuras. Abul, triste y casi con el aliento,
ha dicho que prefiere estar ciego con su amada a
estar sin su amor en las cubiertas superiores.
Entonces Mei‐Lum‐Faro ha mandado que se le
aplicara el ácido al único ojo sano que le quedaba.
El desgraciado ha gritado de dolor y se ha
desvanecido. El Señor dijo entonces que los
guardianes se lo llevaran y dejaran abandonado en
los corredores, lo más cerca posible de las cavernas
centrales. Así se ha hecho. Mei‐Lum‐Faro se ha
retirado a sus aposentos, de los cuales raramente
sale, y todos nosotros, los habitantes de la Nave, nos
hemos quedado tristes, sin saber por qué. La Justicia
del Señor de la Nave es inatacable y no seré yo,
Shim, modesto Hombre de Letras, el que la discuta
o ponga en duda. El crimen de Abul merecía un
castigo.
Pero no puedo evitar el estar conmovido. Abul,
¿es un criminal o un loco? En todo caso, ¿qué clase
de locura es la suya? Los kros están absortos e
irritados, porque Abul, antes de ser cegado,
mientras el guardián Soro preparaba el ácido, ha
sonreído y musitado unas palabras que,
indudablemente, no iban dirigidas a ellos, sino a la
hembra wit. Su sonrisa era hermosa, y su gesto, de
alegría. ¿Puede alegrarse un hombre por quedarse
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