Page 71 - La Nave - Tomas Salvador
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Pero respecto a la medida del tiempo, cada vez creo
comprender mejor la absoluta necesidad de una
fórmula que nos permita medir los instantes que
van pasando. Es más, lo considero elemental,
necesario, como el beber agua y alimentarse con
proteínas. ¡Miento! Si fuera tan necesario, lo
tendríamos, lo mismo que el agua y «La Carne».
Quizá sea menos necesario... Quizá lo sea más...
¿Desvarío? No lo sé. Pero he creído percibir «algo»
así como si el Tiempo continuara existiendo aunque
nosotros no lo sepamos situar. Casualmente he
podido estar cerca de los expulsores de aire. Y he
comprobado que pasado cierto período, cuando la
respiración se hacía difícil, el aire se volvía fresco,
como si se renovara. He preguntado a Saú, vigilante
en aquella zona, y me ha dicho que, efectivamente,
el aire se refresca porque cada cierto tiempo el
autómata repositor cambia lo que él llama
«fermentación del oxígeno». Él, Saú, lleva ya tantos
sueños vigilando el repositor, que sabe por instinto
cuándo va a cambiar el aire; incluso lo sabe cuando
está en otro lugar. Sin embargo, no sabe lo que
sucede dentro del aparato automático ni por qué
razón. Sabe lo que es tradicional que se digan unos
a otros: el aire, antes de ser un gas, es una pastilla,
una piedra, un bloque que al ser expulsado
fermenta y se disgrega, produciendo el aire nuevo.
Y que el aire viejo, recogido por ventiladores y
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