Page 235 - Triton - Samuel R. Delany
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La música era una completa cacofonía.
La Púa alzó su pértiga muy alta y la hizo girar, con
aleteantes mangas, en un amplio círculo (él alzó también
la suya y le dio vueltas; sudaba tras su máscara), luego la
arrojó al suelo (su propia pértiga lo golpeó un momento
más tarde). Inmediatamente, los cantantes guardaron
silencio.
Bron alzó la vista, como hicieron todos los demás.
El arco del trapecio ascendía y descendía, hacia
delante y hacia atrás, cada vez más lentamente.
Alguien a su izquierda inició una nota. Alguien a su
derecha empezó otra, una tercera más allá. Otros se
añadieron a ellas; el coro creció, consonante y menor,
como las aguas de algún océano alienígena rompiendo
contra sus oídos. De pronto se abrió a un modo mayor...,
que le hizo retener el aliento.
El balanceo se detuvo en un oscilante alto. La mujer
joven y de elevada estatura se aferraba a una de las
cuerdas con ambas manos y miraba hacia abajo con
sorpresa.
El acorde murió. Las antorchas goteaban contra el
suelo, rojas y azules y doradas y rojas...
La mujer más joven dijo:
—Oh... Oh, eso fue... ¡Oh, gracias!
La otra mujer en el trapecio dijo:
—Gracias a ti... —Soltó la cuerda y, equilibrándose
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