Page 232 - Triton - Samuel R. Delany
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mano, avanzó ante él. De pronto miró hacia atrás y
susurró—: ¡Déjame ayudarte! ¡Déjame que te tome! ¡Deja
que te haga completo!
—¿Huh?
Ella alzó un enguantado índice contra los velos
delante de sus labios.
—Ven conmigo. Sígueme de cerca. Haz lo que yo
haga. ¡Pero no hables en absoluto!
—¿Qué pretendes...?
Pero ella le hizo shhhhh de nuevo, soltó su mano y,
entre oleadas blancas, descendió por una escalera que
había a su lado.
Entre oleadas negras, él la siguió.
Ella cruzó una franja cenicienta e, inmediatamente,
empezó a subir una mal reparada escalera entre paredes
apenas lo bastante separadas como para que encajaran
sus hombros.
Se detuvo arriba.
Él se detuvo tras ella. Una lentejuela rozó el borde de
su ojo derecho y tiñó su visión con un reflejo escarlata.
Y sus plumas blancas y su caperuza de satén se
volvieron parpadeantemente rojos, más brillantes de lo
que hubiera podido teñirlas jamás cualquier señal de
coordenadas defectuosa.
Más allá de la entrada del callejón, media docena de
personas ‐entre ellas la niñita que había visto en la
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