Page 310 - Triton - Samuel R. Delany
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espalda vuelta hacia ellos, estaba sentada sobre una caja
de madera, tocando una guitarra. En los intervalos entre
el susurrar de la hierba y las voces, la música llegaba
hasta ellos, lenta y experta, perezosamente arrastrada de
séptima a arcaica séptima. Su voz sonaba tan familiar
como extraña sonaba la música.
Bron frunció el ceño.
Empezó a decir algo. Pero, de todos modos, no iba a
significar nada para Sam. Estaba tan cansado que
necesitó todo un minuto para decidirse: pero de pronto
pasó una pierna por encima de las cuerdas, echó a andar
por el terreno lleno de cascotes, casi chocó con otro grupo
de excavadores: uno apoyó una mano en su hombro y,
sonriendo por entre una polvorienta barba, dijo:
—Hey, vamos..., tienes que andar por ese lado de la
línea de tiza si quieres pasear por aquí..., ¡cosa que de
todos modos no deberías hacer!
—Lo siento... —Bron se apresuró por la suelta tierra,
que se metía en sus sandalias. Rodeó el montículo.
Charo, la de los pequeños pechos, cantaba
soñadoramente, contemplando sus dedos, bajo el cielo
blanco y dorado:
Oíd la ciudad cantar como un coro de sirenas.
Algún imbécil intentó incendiar el sol.
El predicador de la tele grita: «¡ Venid todos!»
Me siento como Fay Wray cara a cara con King Kong.
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