Page 9 - Triton - Samuel R. Delany
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ciento veinticinco años, pero sí, la ciudad había recibido

           de  ella  su  nombre.)  No  demasiado  grande,  cuando


           pensabas en otros lugares; y había vivido en un par de

           ellos.

                Pensó  bruscamente:  ¿Es  sólo  que  soy,  felizmente,


           razonable?

                Y sonrió, mientras se abría paso por entre la multitud.


                Y se preguntó hasta qué punto eso lo hacía diferente

           de los que le rodeaban.

                No puedo (bajó de la acera) mirar a cada uno para


           comprobarlo.

                ¿A cinco, entonces? Tomemos a esa mujer, de unos

           agraciados sesenta años ‐o más vieja, si se había sometido


           a tratamientos de regeneración‐ que caminaba con una

           bota azul de tacón alto en la calzada; tiene labios azules,

           lleva ajorcas doradas en los pechos.


                Un hombre joven (¿catorce? ¿dieciséis años?) se abrió

           camino a su lado, cogió su mano de uñas azules en la de


           él, de uñas azules, y le sonrió (azulmente).

                Ella sonrió también, con un guiño de reconocimiento

           de sus párpados azules.


                Realmente, ¿ajorcas para los pechos en un hombre?

           (Incluso en un hombre muy joven.) Sólo estéticamente:


           ¿no  eran  las  ajorcas  para  los  pechos  más  o  menos

           recomendadas  en  pechos  que,  a)  sobresalían,  y  b)  se

           bamboleaban? Pero los de ella no hacían ninguna de las




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