Page 12 - Triton - Samuel R. Delany
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informe de que me la han robado, o la cosa te saldrá
cara», aconsejó burlonamente alguien.) En el centro del
grupo, algunos habían cubierto sus rostros con sucios
harapos. Los deshilachados extremos se agitaban sobre
una mal afeitada barbilla. Una mujer a un lado, con un
cuenco amarillo cuarteado (era casi hermosa, pero su
pelo estaba lo suficientemente apelmazado como para
que se pudiera ver su casposo cuero cabelludo), tropezó,
abrió los ojos, y le miró directamente.
Él le sonrió.
Con los ojos fuertemente cerrados de nuevo, ella
inclinó la cabeza y dio un codazo a alguien a su lado, que
recogió su cuenco, adoptó de nuevo su postura
mendicante y siguió andando con los labios fuertemente
apretados: ella (sí, era su cuarta persona) se deslizó hacia
un lado y se abrió camino entre ellos, fue absorbida por
ellos...
Más adelante, la gente rió.
Él miró.
El ejecutivo se había abierto paso por entre la
multitud, agitaba sus enjauladas manos y decía con
buena disposición:
—¿Pero no podéis verlo? —Su voz era fuerte y
estrepitosa—. ¿No podéis verlo? ¡Simplemente mirad!
¡No podría daros nada ni aunque quisiera! No puedo
meter las manos en mi bolsa para sacar nada.
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