Page 13 - Triton - Samuel R. Delany
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¡Simplemente mirad!
El ejecutivo esperaba ser confundido con un miembro
de alguna de las aún severas, aunque cada vez más raras,
sectas que mutilaban cuerpo y alma..., hasta que un
murmurador abrió los ojos y se dio cuenta de que se
trataba de moda, no de fe. Un murmurador que
parpadeó (sólo los miembros más nuevos llevaban
vendas sobre los ojos, que los apartaban de la codiciada
posición exterior de la Guía Divina) tuvo que entregar su
cuenco y, como había hecho la mujer, retirarse. El
hombre siguió con su perorata; los Pobres Hijos se
agitaron, murmuraron.
Los murmuradores debían ignorar esas trivialidades;
las cortejaban, se glorificaban en ellas: para eso habían
sido instruidos en las reuniones, hacía siete años.
Sin embargo, él hallaba la broma más bien amarga.
Los murmuradores, aunque dignos de risa, eran
serios. (Él había sido serio, hacía siete años. Pero también
había sido perezoso..., por cuyo motivo, suponía, hoy no
era un murmurador sino un diseñador de metalógicas de
ordenador a la medida.) Probablemente, al fin y al cabo,
el hombre no era un ejecutivo; lo más probable era que
sólo se tratase de algún artesano excéntrico..., alguien
que trabajaba para esos ejecutivos que ni siquiera tenían
el tiempo libre, o el crédito, necesarios para dedicarse a
pasatiempos serviles. Los ejecutivos, no importaba lo
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