Page 14 - Triton - Samuel R. Delany
P. 14
bienintencionados que fueran, no iban por ahí lanzando
peroratas a las órdenes religiosas por la calle.
Pero la multitud se había cerrado en torno a los
Pobres Hijos. ¿Había abandonado el que los incordiaba?
¿O había tenido éxito? Ruido de pasos, voces, el rumor
de la gente que pasaba, se mezclaba con, y ahogaba, el
suave rumor de las plegarias.
Y ahora había mirado a... ¿cuántos?
¿Cuatro de cinco? Esos cuatros no eran muy buenas
elecciones para un hombre razonable y feliz. ¿Y quién
como quinto?
Seis cabinas realzaego caleidoscópicamente pintadas
(«conozca su lugar en la sociedad», repetían seis carteles
en seis entradas) bordeaban el quiosco de transporte.
¿Yo?, pensó. Eso es. Yo.
Era necesario algo divertido.
Echó a andar hacia las cabinas, recibió un empujón en
el hombro; luego cuarenta personas surgieron del
quiosco y todas ellas decidieron caminar entre él y la
cabina más cercana. No me dejaré desanimar, pensó. No
estoy cambiando de opinión: y empujó fuertemente con
el hombro a uno que le empujaba fuertemente con el
hombro.
Finalmente, sin la menor elegancia, se aferró al borde
de una de las cabinas. La cortina de lona (plata, púrpura
y amarillo) se agitó. Entró.
13

