Page 1068 - Anatema - Neal Stephenson
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Emman cabeceó.
—Está bien que haga ejercicio —dijo—. Me encantaría
saber de qué sirven las inmovilizaciones y los
pinzamientos de nervio contra los quemamundos.
Mi mirada regresó al montón de fototipos. Emman
apartó algunos y encontró una imagen detallada de una
especie de unidad desmontable unida a uno de los
amortiguadores. Era un huevo achaparrado de metal gris,
sin indicaciones y sin adornos. A su alrededor se había
construido un entramado estructural para montar
antenas, impulsores y tanques esféricos. Estaba claro que
había sido diseñada para soltarse y moverse por sí misma.
La mantenía sujeta al amortiguador un sistema de
soportes que atravesaba el entramado para agarrar
directamente el huevo gris. Ese detalle había llamado la
atención del Convox. Se había calculado el tamaño de esos
soportes. Eran desmesurados. Sólo podían ser de ese
tamaño si el objeto que retenían, el huevo gris, era muy
pesado. Increíblemente pesado. No era un simple vehículo
presurizado. ¿Podía ser que tuviese las paredes
extremadamente gruesas? Pero los cálculos no tenían
sentido si se basaban en un metal normal. La única
conclusión, la única forma de explicar el número de
protones y neutrones de esa cosa, era suponer que estaba
hecha de un metal situado tan al extremo de la tabla de
elementos que sus núcleos, en cualquier cosmos, eran
inestables. Fisionables.
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