Page 1091 - Anatema - Neal Stephenson
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—¡Venga, Ala, todos lo hacemos! ¡Yo debería contarte
algunas de mis más recientes decisiones horribles!
Pero me sacudía, obligándome a comprender sus
palabras.
—¿No hay forma de hacerte cambiar de idea? ¿De
arreglarlo? ¿De rectificar? —pregunté.
—¡No! Es decir, tomé una decisión horrible en el mismo
sentido en que Orolo tomó una decisión horrible frente a
las puertas de Orithena.
Me llevó unos momentos comprenderlo.
—Horrible —dije al fin—, pero correcta.
Luego se echó a llorar con tal fuerza que tuvo que cerrar
los ojos y darme la espalda. Me soltó la mano y se alejó,
con los hombros hundidos, como si la hubiesen apuñalado
por la espalda. Parecía la persona más pequeña del
Convox. Todos mis instintos me decían que corriese tras
ella. Pero sabía que Ala me daría en la cabeza con una silla.
Fui hasta el camión y me entregaron mochila e insignia:
una pieza rectangular, como una pequeña tablilla
fotomnemónica en blanco.
Luego volví a mi trabajo de estimar el tensor de inercia
de la nave de los Geómetras.
Dormí la mayor parte de la tarde y me desperté
sintiéndome fatal. Justo cuando mi cuerpo se
acostumbraba a la hora local yo lo trastocaba estando
despierto a horas intempestivas.
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