Page 173 - Anatema - Neal Stephenson
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esa sima de máquinas sordas y pacientes. Cuando
reanudamos el ascenso, busqué alguna explicación a la
que su mente fuese receptiva. Ya habíamos dejado atrás
los mecanismos más complicados… las máquinas que
movían las esferas de los relojes. Sólo quedaban media
docena de ejes verticales que atravesaban agujeros en el
techo para conectar con dispositivos del astrohenge: ejes
para los telescopios, y el sincronizador de cenit que
ajustaba la hora del reloj todos los días a mediodía… o al
menos todos los días despejados. La aproximación final al
astrohenge era una escalera de caracol que subía en espiral
alrededor del mayor de esos ejes: el que hacía girar el gran
telescopio de Sante Mithra y Sante Mylax.
—Esa máquina grande que usas para cortar metal…
—Es una fresadora de descarga eléctrica de cinco ejes.
—Me he dado cuenta de que tiene manivelas, diseñadas
para manos humanas. Al terminar las has accionado para
mover la mesa de un lado al otro. Y apuesto a que podrías
haber usado esas manivelas para cortar una forma, ¿no?
Se encogió de hombros.
—Claro. Una forma muy simple.
—Pero, cuando apartas las manos de las manivelas y
cedes el control al dispositivo sintáctico, se convierte en
una herramienta mucho más capaz, ¿no es así?
—Infinitamente más. Prácticamente no hay ninguna
forma que no pudieses producir con una máquina
controlada por disposín. —Se llevó la mano a la cadera y
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