Page 348 - Anatema - Neal Stephenson
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llegamos a territorio seguro, junto a la estatua de
Amnectrus, dijo:
—Estaba pensando que mi quehacer podría ser la
jardinería.
—Bien, teniendo en cuenta toda la hierba que has
arrancado a lo largo de los años como penitencia por
darme palizas, estás más que cualificado —dije—. Pero
¿por qué?
—Deja que te enseñe lo que ha estado pasando en el
prado —dijo, y me guio hasta la cornisa Fensor. Un par de
centinelas hacían ronda, envueltos en pesados paños de
invierno y con los pies enfundados en mukluks calentitos.
Lio y yo nos habíamos acalorado subiendo las escaleras,
así que el frío no nos molestaba. Dedicamos un momento
a cubrirnos con la capucha. Era una forma de demostrar
respeto a la Disciplina. Nuestros paños, colocados muy
por delante de la cara, nos ofrecían una visión de túnel. Al
acercarnos al parapeto e inclinar la cabeza veíamos el
concento, pero no el mundo más allá.
Lio señaló un límite del prado. La tación de Shuf se
alzaba justo al otro lado del río. Con la excepción de unos
cuantos arbustos perennes, allá abajo todo era de color
marrón y estaba muerto. Era fácil ver que, cerca de la
ribera, los tréboles que cubrían la mayor parte del prado
escaseaban, invadidos por algo más oscuro y basto:
hierbas que preferían la tierra arenosa de la orilla. Al borde
del río había un claro donde el campo de trébol cedía
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