Page 360 - Anatema - Neal Stephenson
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—Y  a  eso  te refieres  cuando  hablas  de  una suposición


          razonable —dijo Spelikon—. Razonable, en el sentido de

          que  cualquiera  con  conocimientos  de  instrumentos

          cosmográficos podría deducir lo que tú dedujiste sobre las


          posibilidades del motucaptor de Flec.

            —Sí.

            —Dice en tu diario —añadió Spelikon— que fra Orolo te


          agarró la muñeca a partir de ese momento y te impidió

          escribir. ¿Por qué?

            —Al  ser  de  mayor  edad  y  más  sabio  —dije—,  Orolo


          presintió  el  camino  que  tomaba  la  conversación.  Quin

          estaba  a  punto  de  ponerse  a  hablar  sobre  asuntos


          seculares, y sobre lo sucedido entre el Ati y Flec, lo que

          evidentemente no es el tipo de información que debemos

          recibir.


            —Pero si tus oídos iban a recibirla de todas formas, ¿por

          qué Orolo detuvo tu mano? ¿Por qué no te tapó los oídos?


            —No  lo  sé.  Quizá  no  fuese  la  acción  más  lógica.  En

          momentos así no siempre pensamos con claridad.

            —Excepto cuando lo hacemos —dijo Spelikon—. Bien, en


          cualquier caso, eso es todo lo relativo a la entrevista Orolo‐

          Quin. Sólo queda otra pregunta.

            —¿Sí?


            —¿Dónde estabas la novena noche de Apert?

            Pensé durante un minuto y fruncí el ceño.










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