Page 355 - Anatema - Neal Stephenson
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fragmentos de ellos. Junto a una botella de tinta destapada
había varias plumas exquisitamente dispuestas.
—Entrevista con fra Erasmas del capítulo edhariano del
cenobio decenario del concento de Sante Edhar —dijo
Spelikon.
Rotha hizo una fila de marcas sobre la hoja en blanco. No
eran los caracteres bazianos habituales, sino una especie
de taquigrafía que los jerarcas aprendían a usar para
apuntar conversaciones. Spelikon añadió la fecha y la
hora. Me hipnotizaba la habilidad de Rotha con la pluma:
su mano se paseaba por todo lo ancho de la hoja en tan
poco tiempo como le llevaba tomar aliento, dejando a su
paso una fila de símbolos simples de un solo trazo que, a
mí me parecía, era imposible que contuviesen tanto
significado como las palabras que se decían.
Mis ojos se dirigieron a los otros manuscritos que Rotha
había dispuesto sobre la mesa. En su mayoría también
estaban escritos con la misma taquigrafía. Pero al menos
uno estaba escrito con las letras tradicionales. Mis letras.
Al inclinarme, distinguí varias palabras. Reconocí el diario
que había empezado mientras cumplía penitencia en la
celda de la Seo. Vi los nombres Flec, Quin y Orolo.
Mis movimientos se volvieron espasmódicos. Había
tomado el control de mi cuerpo algún mecanismo
primitivo de respuesta a las amenazas.
—¡Eh, eso es mío!
Spelikon se aseguró de que se registrase.
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