Page 391 - Anatema - Neal Stephenson
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de  forma  que  los  objetos  perecederos  —«como  tu  culo


          huesudo,  Raz»—  pudiesen  estar  allí  sin  absorber  la

          humedad  de  la  tierra.  Oh,  y  no  había  tesoros.  Sólo  un

          montón de grafitis que los imizares decepcionados habían


          grabado en las paredes.

            Era el lugar de trabajo más desagradable que se pudiese

          imaginar. Pero no teníamos elección. No era que pudiese


          sentarme de noche en el palé, ponerme el paño por encima

          de  la  cabeza  para  formar  una  tienda  y  mirar  la  tablilla

          prohibida.


            Empleamos el viejo truco del libro… literalmente. En la

          Antigua Biblioteca, Tulia encontró un libro enorme y muy


          grueso que nadie había sacado del estante desde hacía mil

          cien años: un compendio de artículos sobre teorética de

          partículas elementales, que había hecho furor desde 2300


          hasta  2600,  cuando  sante  Fenabrast  demostró  que  era

          errónea. De cada página cortamos un círculo hasta formar


          una cavidad en el corazón del volumen lo suficientemente

          grande para tragarse la tablilla fotomnemónica. Lio llevó

          el  volumen  hasta  el  patio  Fensor  entre  un  montón  de


          libros, lo trajo de vuelta a la hora de la cena, mucho más

          pesado, y me lo pasó. Al día siguiente se lo entregué a

          Arsibalt  durante  el  desayuno.  Cuando  le  vi  durante  la


          cena me dijo que la tablilla ya estaba en su lugar.

            —Le he echado un vistazo, un poco —dijo.

            —¿Qué has descubierto? —le pregunté.







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