Page 476 - Anatema - Neal Stephenson
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pregunté  a  qué  avoto  diríamos  adiós.  Si  en  esa  ocasión


          sería uno de los Dieces o alguien como fra Paphlagon, al

          que no conocíamos porque pertenecía a otro cenobio.

            Me asaltó la ansiedad cuando Statho llegó al momento


          del auto en el que pronunciaba el nombre de los Evocados.

          La Seo estaba tan silenciosa como el sótano de la tación de

          Shuf.  Así  que  estuve  a  punto  de  gritar  cuando  escogió


          precisamente  aquel  momento  para  hacer  una  pausa  y

          rebuscar en su vestimenta. Sacó una hoja doblada y sellada

          con  una  gota  de  cera  de  abeja.  Le  llevó  una  eternidad


          abrirla. La desdobló, la levantó y puso cara de asombro.

            Fue tan extraño que sintió la necesidad de explicarse:


            —¡Hay seis nombres!

            «Pandemonio» no es el término adecuado para descubrir

          a cientos de avotos de pie y murmurando entre sí, pero


          define la sensación que teníamos. Un único Voco era muy

          poco habitual. Seis de golpe no había pasado nunca… ¿o


          sí? Miré a Arsibalt. Me leyó la mente.

            —No —susurró—, ni siquiera para el Gran Guijarro.

            Miré a Jesry.


            —¡Eso es! —me dijo. Se refería a que era algo diferente

          que había estado esperando.

            Statho se aclaró la garganta y esperó a que el murmullo


          cesara.

            —Seis  nombres  —repitió.  La  Seo  volvía  a  estar  en

          silencio,  excepto  por  el  aullido  lejano  de  las  sirenas  de







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