Page 480 - Anatema - Neal Stephenson
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enfrentarnos  a  la  pérdida,  pero  simplemente  porque


          sabíamos  algo  que  los  demás  ignoraban.  Habíamos

          encendido el fuego nada más llegar. No para mantenernos

          calientes,  sino  como  método  primitivo  para  sentirnos


          cómodos. Era lo que los humanos habían hecho, mucho

          antes  de  Cnoüs,  mucho  antes  incluso  de  poseer  un

          lenguaje,  para  reclamar  algo  de  espacio  en  un  universo


          oscuro  que  no  comprendían  y  que  estaba  más  que

          dispuesto  a  llevarse  súbitamente  a  amigos  y  familiares.

          Lio se acercó al fuego y golpeó un tronco con un atizador


          hasta arrancarle varias brasas. Puso una sobre las piedras.

          Tenía el tamaño de una nuez y estaba al rojo vivo.


            Yo ya me estaba poniendo nervioso.

            —Raz  —dijo—,  ¿te  lo  meterías  en  el  bolsillo  y  te  lo

          llevarías por ahí?


            —No tengo bolsillos —bromeé.

            Nadie se rio.


            —Lo siento —dije—. No, si tuviese bolsillos no lo haría.

            Lio  escupió  en  la  palma  de  su  mano  izquierda,  luego

          metió las puntas de los dedos de su mano derecha en la


          saliva y levantó el carbón. Se oyó un chisporroteo. Nos

          estremecimos. Con tranquilidad, lanzó la brasa de vuelta

          al fuego. Luego se golpeó varias veces las puntas calientes


          contra el muslo.

            —Una ligera incomodidad. Nada de daño —anunció—.

          El sonido lo produce la saliva, que se evapora con el calor.


          Ahora,  imaginad  que  la  placa  posterior  de  esa  nave



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