Page 508 - Anatema - Neal Stephenson
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—Y luego, cuando hayamos terminado de hacer lo que
sea que quieren que hagamos, haremos Peregrín de vuelta
a Sante Edhar —añadió Barb.
—Sí, fra Tavener —dijo Arsibalt. Noté que luchaba
contra la tentación de añadir «si no nos incinera el rayo
mortal de los alienígenas o nos gasea el Guardián del
Cielo».
Barb se tranquilizó, un estado que no duraría mucho.
Cuando saliésemos por la Puerta de Día nos
encontraríamos continuamente con pequeñas violaciones
de la Disciplina. Barb se daría cuenta y las comentaría.
¿Por qué, oh, por qué le habían Evocado a él? ¡No era más
que un fille recién llegado! Tendría que cuidar de él
durante todo el Convox.
Pero, mientras iba pasando la madrugada y la esfera de
lapislázuli que en el planetario representaba a Arbre se
movía lentamente, me asenté un poco y recordé que la
mitad de lo que ahora sabía sobre teorética se lo debía a
Barb. ¿Qué diría de mi carácter el hecho de que me
desentendiera de él?
Fuera empezaba a haber luz. La mitad de los Evocados
ya se habían ido. Los jerarcas emparejaban Dieces con
Centenos porque la mayoría de estos últimos iban a
precisar ayuda de los primeros para hablar flújico y lidiar
con el Sæculum en general. Llamaron a Lio y se fue con un
par de Centenos. A Arsibalt y a Tulia les dijeron que se
preparasen.
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