Page 509 - Anatema - Neal Stephenson
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Yo no podía marcharme descalzo. Mis zapatos estaban


          bajo  el  banco,  junto  al  planetario.  Fra  Jad  se  había

          acomodado  en  ese  banco,  justo  encima  de  mis  zapatos.

          Tenía la cabeza inclinada y las manos cruzadas sobre el


          regazo. Debía de estar realizando una profunda forma de

          meditación  milésima.  Si  le  molestaba  para  recoger  los

          zapatos me convertiría en salamandra o algo así.


            Nadie quería molestarle. Tulia y luego Arsibalt se fueron

          seguidos  de  Centenos.  Sólo  quedábamos  tres  Evocados:

          Barb, Jad y yo. Jad todavía llevaba paño y cordón.


            Barb  se  acercó  a  Jad.  Eché  a  correr  y  le  alcancé  justo

          cuando llegaba a su lado.


            —Fra  Jad  debe  cambiarse  de  ropa  —anunció  Barb,

          estirando  su  orto  de  primer  año  hasta  el  punto  de  la

          ruptura.


            Fra Jad alzó la vista. Hasta este momento, yo había creído

          que tenía las manos apoyadas en el regazo. Ahora vi que


          sostenía  una  maquinilla  de  afeitar  desechable,  todavía

          metida en su paquete. Yo tenía una igual en mi bolsa. Era

          de una marca común. Fra Jad leía la etiqueta. Los grandes


          caracteres eran kinagramas, que él jamás había visto, pero

          la letra pequeña estaba impresa en el mismo alfabeto que

          usábamos nosotros.


            —¿Qué principio explica los poderes que este documento

          otorga  a  la  lubricinta  Dinaglide?  —preguntó—.  ¿Es

          permanente o ablativo?


            —Ablativo —dije.



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