Page 567 - Anatema - Neal Stephenson
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hígado  de  sante  Bly.  En  cualquier  caso,  me  resultaba


          imposible  pensar  en  otra  cosa  cuando  en  cualquier

          momento podía enfrentarme a algo así.

            La cara de Cord me sonreía. Tocó un control y bajó la


          música;  luego  repitió  algo.  Yo  había  entrado  en  una

          especie de trance que desapareció al moverme.

            —Ferman  en  el  cismex  —me  explicó—.  Quiere  parar.


          Orinar y parlamentar.

            A mí me sonaba bien. Paramos en la carretera, en una

          cuesta curva, a un tercio de un camino descendente que,


          durante la siguiente media hora, nos llevaría a un valle

          llano  que  se  fundía  con  el  horizonte.  No  era  un  valle


          húmedo y verde, sino un fracaso de la tierra donde los

          arroyos resecos iban a morir y las inundaciones repentinas

          malgastaban colosalmente su furia. Elevaciones de basalto


          marrón proyectaban sombras mucho más largas que  su

          altura. Dos montañas solitarias se elevaban quizás a veinte


          o treinta millas de distancia. Nos congregamos alrededor

          de la cartabla y nos convencimos de que eran dos de las

          tres  candidatas  que  habíamos  escogido  esa  mañana.  En


          cuanto  a  la  tercera…  bien,  parecía  que  la  habíamos

          rodeado y bordeábamos su falda.

            Ferman  quería  hablar  conmigo  dada  mi  condición  de


          jefe. Me deshice de los últimos retazos del coma en el que

          me había hundido y me puse firme.










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