Page 616 - Anatema - Neal Stephenson
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largo y algo tortuoso, al final del cual había una barrera


          simbólica,  improvisada  recientemente  con  polilona  y

          chapa de madera, y una puerta. Al atravesar la puerta nos

          encontramos  en  un  entorno  que  nos  resultaba


          perfectamente natural. Era otra losa sin techo. Un agente

          inmobiliario podría haberlo llamado patio. Para nosotros

          era un claustro en miniatura. Con mucho cuidado habían


          eliminado cualquier resto de lo secular; sólo quedaban la

          antigua  piedra  limpia  y  algunos  artículos  necesarios,

          todos fabricados a mano: una silla y una mesa protegidas


          por una lona, dispuestas sobre una estructura de madera

          que se mantenía unida con muchas vueltas de cuerda. En


          una esquina había un bote de pintura oxidado con la tapa

          sujeta  por  una  piedra.  Lio  lo  abrió,  arrugó  la  nariz  y

          declaró  que  había  encontrado  la  bacinilla  de  Orolo.  El


          lugar estaba vacío y seco. Las cenizas del fondo del brasero

          estaban frías. La jarra de agua estaba vacía y un armario


          de  madera,  que  en  su  época  se  había  empleado  para

          guardar  comida,  se  usaba  para  especias,  utensilios  de

          cocina y fósforos.


            Una puerta en mal estado llevaba a la celda de Orolo,

          decorada de forma bastante similar. El reloj, sin embargo,

          era  moderno,  con  una  reluciente  pantalla  digital  que


          indicaba  las  centésimas  de  segundo.  Los  estantes,

          fabricados con viejos escalones y bloques de albañilería,

          soportaban  algunos  libros  impresos  a  máquina  y  unas


          cuantas hojas escritas a mano. Una pared estaba forrada



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