Page 619 - Anatema - Neal Stephenson
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permanecido inmóvil. Temía hacer nada por miedo a
equivocarme. Pero ver fuera las caras de mis amigos me
impulsó a actuar, ya que no quería dar la impresión de que
no sabía qué decir o de estar indeciso.
—Dado que afirmas que aquí no hay nada para nosotros
—dije—, una afirmación con la que no estamos de
acuerdo, no favorecería nuestros intereses suministrarte
armas.
Para entonces, otros miembros del grupo Peregrín
habían llegado al patio. Fra Jad entró, apartó a Estemard
con el hombro, asimiló el contenido de la celda de un
vistazo y se puso a examinar las hojas y fototipos que
Orolo había puesto en la pared. Eso, mucho más que ser
derribado por Lio o aplanado por mí, hizo que Estemard
comprendiese que le superábamos. Se desinfló y apartó la
vista. Al contrario que los demás, él sólo había tenido unos
minutos para acostumbrarse a estar en presencia de un
Milésimo.
—Lio, aquí mucha gente lleva armas de fuego —dijo
Cord—. Comprendo que te hayas llevado una impresión
equivocada, pero puedes aceptar mi palabra, no os iba a
disparar. —Nadie respondió—. Venga, montones de sacos
tristes, ¡es la hora del picnic!
—¿Picnic?—dije.
—Cuando termina el servicio —dijo Estemard—,
cocinamos en la zona verde, si el tiempo lo permite. —La
intervención de Cord parecía haberle animado un poco.
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