Page 623 - Anatema - Neal Stephenson
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Pero desdeñarla de aquella forma era una moda que había


          ido y venido cien veces, y yo no podía saber qué postura

          tenía fra Jad, ya que su cenobio llevaba aislado 690 años.

          Cuanto más tiempo pasaba allí de pie, mirándole a él y


          siguiendo  su mirada hacia las nubes y las sombras que

          proyectaban  en  los  flancos  de  las  montañas,  más  me

          alegraba de no haberme reído.


            —¿Qué crees que vio Orolo, cuando miró desde aquí? —

          preguntó fra Jad.

            —Apreciaba  enormemente  la  belleza  y  le  encantaba


          mirar las montañas desde el astrohenge —dije.

            —¿Crees que veía belleza? Es una respuesta segura, ya


          que  es  ciertamente  hermoso.  Pero  ¿qué  pensaba?  ¿Qué

          conexiones le permitía ver la belleza?

            —No puedo responder a eso.


            —No respondas. Plantéatelo.

            —Concretamente, ¿qué quieres que haga?


            —Ve al norte —dijo—. Sigue a Orolo y encuéntrale.

            —Tredegarh está al sur y al este.

            —Tredegarh  —repitió,  como  si  se  despertase  de  un


          sueño—. Allí iremos los demás después del picnic.

            —Viniendo aquí ya he infringido bastante las reglas —

          dijo—. Hemos perdido un día…


            —Un día. ¡Un día! —A fra Jad, el Milésimo, le pareció

          muy gracioso que a mí me preocupase un día.










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