Page 997 - Anatema - Neal Stephenson
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que  no  me  hablasen  y  suponía  que  los  demás  podrían


          ocuparse  de  sí  mismos.  Fra  Tavener,  también  conocido

          como Barb, estaba de pie detrás de fra Jad, mirando a sur

          Asquin como un pájaro mira un insecto, deseando saltar


          sobre ella y aplanarla. Al pasar le guiñé un ojo, pero ni se

          enteró. Atravesé una puerta acolchada para aislar de los

          ruidos y tomé un pasillo que hacía de esclusa de aire, o


          más bien, de esclusa de sonido. Al final había otra puerta

          acolchada,  con  bisagras  en  ambos  sentidos.  La  crucé  y

          entré  en  la  cocina,  enfrentándome  de  súbito  al  calor,  el


          ruido y la luz.

            Y al humo, porque Arsibalt había logrado incendiar algo.


          Fui hasta el cubo de arena, pero, al no ver llamas, lo pensé

          mejor. Por el altavoz oíamos a sur Asquin; el Poder Secular

          había  enviado  a  un  Ati  a  montar  un  sistema  de  sonido


          unidireccional para que en la cocina, y suponía yo que en

          otros lugares más lejanos, pudiésemos oír todo lo que se


          decía en el mensalán.

            —¿Qué pasa? —pregunté.

            —No pasa nada. Oh, ¿esto? He quemado una chuleta. Da


          igual. Tenemos más.

            —Entonces, ¿por qué has tirado de la cuerda?

            Dedicó una mirada de culpa a la tabla de la pared de la


          que colgaban siete extremos de cuerda, cada una con el

          nombre de un servitor.

            —¡Porque  estoy  desesperadamente  aburrido!  —dijo—.


          ¡Esta conversación es estúpida!



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