Page 1000 - Anatema - Neal Stephenson
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cuerda, conectadas mediante una larga cinta que
atravesaba la pared y pasaba bajo el suelo con la parte
inferior de la mesa del mensalán, donde terminaba en un
tirador de terciopelo. Un decán podía convocar a su
servitor, en silencio y discretamente, usando el tirador.
La campanilla sonó una vez, se detuvo, volvió a sonar sin
parar, cada vez más violentamente, hasta que pareció a
punto de saltar de la pared. Debajo decía: «fra Lodoghir».
Regresé al mensalán, me situé detrás de él y me incliné.
—Deshazte de estas gachas edharianas —dijo entre
dientes—. Son incomestibles.
—¡Deberías ver lo que cocinan los matarrhitas! —
murmuré.
Fra Lodoghir miró al otro lado de la mesa, a un avoto.
Era uno de los que ese mismo día había celebrado Prohijar
conmigo. Tenía el rostro cubierto por un paño; no
sabíamos si era hombre o mujer. El tejido estaba estirado
a los lados de la cabeza, como para formar una capucha,
pero la capucha cubría por completo el rostro, a excepción
de una abertura para introducir la comida, si ésa es la
palabra adecuada para lo que los matarrhitas se metían en
la boca.
—Tomaré lo que esté tomando —siseó—. ¡Pero no esto!
Miré directamente a fra Jad, que se estaba metiendo ese
mismo plato en la boca sin ningún problema. Luego
confisqué la ración de Lodoghir y salí de allí, encantado de
tener una excusa para volver a la cocina.
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