Page 214 - Las Estrellas Mi Destino - Alfred Bester
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Tomó al atontado químico, le dio unas vueltas y lo depositó

           en       el       suelo          en        una         posición            de        perpetua

           autoestrangulación.



           —¿Lo obselva, pol favol, Foulmyle?



           Pero Fourmyle se hallaba en la biblioteca golpeando en la


           cabeza de su bibliotecario con el Das Sexual Leben de Bloch

           (tres  kilos  quinientos  gramos)  porque  el  desgraciado

           hombre no podía lograrle un texto sobre la fabricación de

           máquinas de movimiento perpetuo. Corrió a su laboratorio


           de física, en donde destruyó un carísimo cronómetro para

           experimentar con sus ruedecillas, jaunteó al estrado de la

           orquesta, donde tomó una batuta y dirigió a la banda a la

           confusión,  se  puso  unos  patines  y  cayó  en  la  piscina


           perfumada, fue sacado, maldiciendo fulminantemente ante

           la falta de hielo, y se le oyó expresar un deseo de soledad.



           —Deseo  hablar  conmigo  mismo  —dijo  Fourmyle,

           pateando  a  sus  criados  en  todas  direcciones.  Estaba

           roncando antes de que el último de ellos se arrastrase hasta


           la puerta y la cerrase tras de sí.



           Se detuvo el ronquido y Foyle se alzó.



           —Esto debe ser bastante por hoy —murmuró, y fue a su

           cuarto  vestidor.  Se  colocó  ante  un  espejo,  hizo  una

           inspiración             profunda             y       aguantó            la      respiración,



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