Page 309 - Las Estrellas Mi Destino - Alfred Bester
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segundos se convirtió en la más mortífera máquina jamás
concebida: el Comando Asesino. Esto ocurrió sin
pensamiento consciente y sin desearlo; su cuerpo siguió
simplemente las directrices grabadas en sus músculos y
reflejos. Abandonó seis cadáveres en la calle.
El Viejo Sam Pat seguía en pie, intacto, eterno, mientras los
distantes fuegos se reflejaban en el verde cobre de su techo.
El interior estaba vacío. Las tiendas del Circo Fourmyle
llenaban la nave, iluminadas y amuebladas, pero el
personal del circo había desaparecido. Los siervos,
cocineros, mayordomos, atletas, filósofos, seguidores del
campo y tahúres habían desaparecido.
—Pero regresarán a saquear —murmuró Foyle.
Entró en su propia tienda. La primera cosa que vio fue una
silueta de blanco, recostada en una alfombra, produciendo
sonidos guturales con la garganta. Era Robín Wednesbury,
con el traje hecho pedazos, la mente hecha pedazos.
—¡Robín!
Siguió gruñendo, sin palabras. La alzó, la agitó, la abofeteó.
Ella sonrió y gruñó. Llenó una jeringuilla y le inyectó una
tremenda dosis de niacina. El tirón de la droga, que la sacó
de su patética huida de la realidad, fue tremendo. Su piel
de satén se convirtió en ceniza. El bello rostro se deformó.
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