Page 305 - Las Estrellas Mi Destino - Alfred Bester
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—No, ya es muy tarde, cariño —dijo ella suavemente—.

           Aquí  viene  toda  una  nube  de  pinceladas  rojas...  bajan,

           bajan, bajan... directamente hacia nosotros. No podremos

           escapar a esto. ¡Rápido, ahora! ¡Escape! ¡Jauntee! Lléveme


           con usted. ¡Rápido! ¡Rápido!



           La sacó del banco.



           —¡Perra! ¡Nunca!



           La abrazó, encontró la suave boca de coral y la besó; le hizo

           daño en los labios con los suyos, esperando el golpe final.



           Nunca llegó.



           —¡Me  ha  engañado!  —exclamó.  Ella  se  rio.  La  besó  de

           nuevo, y al fin se obligó a soltarla. Ella jadeó tomando aire


           y rio de nuevo, con sus ojos de coral ardiendo.



           —Ya pasó todo —dijo.



           —Aún no ha comenzado.



           —¿A qué se refiere?



           —A la guerra entre nosotros.



           —Que  no  sea  una  guerra  sin  cuartel  —dijo  ella  con

           fiereza—.  Es  usted  el  primero  al  que  no  engañan  mis

           apariencias.  ¡Oh,  Dios!  El  aburrimiento  de  los  caballeros




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