Page 304 - Las Estrellas Mi Destino - Alfred Bester
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—No sé lo que soy. Tengo miedo, pero no escapare.
—Entonces está usted fanfarroneando. Dándome una
demostración de caballeroso valor —la grave voz sonaba
divertida—. Piense, Fourmyle. ¿Cuánto tiempo lleva
jauntear? Podría estar a salvo en segundos: en Méjico,
Canadá, Alaska. Tan seguro. Tiene que haber millones de
personas haciéndolo ahora. Probablemente somos los
últimos que quedan en la ciudad.
—No todo el mundo puede jauntear tan rápido y tan lejos.
—Entonces somos los últimos importantes que quedamos.
¿Por qué no me abandona? Póngase a salvo. Pronto moriré.
Nadie sabrá que su pretensión se convirtió en cobardía.
—¡Perra!
—Ah, está usted irritado. Qué lenguaje más basto. Es el
primer signo de debilidad. ¿Por qué no hace uso de su
mayor cordura y me lleva a la fuerza? Ése sería el segundo
signo.
—¡Maldita sea!
Se acercó a ella, apretando los puños con rabia. Ella le tocó
la mejilla con una tranquila y fría mano, pero de nuevo se
produjo aquella descarga eléctrica.
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