Page 119 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
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diga, para evitar cometer desatinos.
Tenía razón, de manera que les dije de qué se trataba.
—¡Bien pensado! —aprobó el doctor—. Puede no
resultar, desde luego. Pero merece la prueba.
Jerry nada dijo; se limitó a mover la cabeza en señal de
asentimiento.
Salimos del bosquecillo e iniciamos la curva hacia la
roca. No habíamos visto ni la cola de alguno de los animales
de Altaira. Pero cuando llegamos frente a la casa, allí estaba
Morbius, en el patio, esperando.
Jerry frenó y cerró el contacto. A propósito, el motor es
del tipo Q 6 silencioso, de manera que, a no ser por alguna
instalación de radar oculta en alguna parte, no parecía
existir ningún medio por el que Morbius pudiera haber
conocido con anticipación nuestra llega, da. Pero no cabía
duda de que su actitud era de expectativa.
Nos apeamos y vino a nuestro encuentro. Vestía la
misma clase de ropa que el día anterior, pero gris, en lugar
de azul. En cierto modo parecía más viejo. Su rostro estaba
blanco y debajo de sus ojos se notaban círculos negros.
Expresó su placer de vernos. No ostentaba la sonrisa de
superioridad que tanto me indignara. Le dije que necesitaba
ayuda y quizás él pudiera brindármela. Respondió que lo
haría con sumo gusto, pero nos invitó a pasar a la casa, antes
de entrar en materia.
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