Page 117 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
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pediría si estuviera en el depósito de la base.
—Chapa de plomo de dos pulgadas; trescientos pies
cuadrados de ella —me contestó.
—¿Podrá usted seguir adelante con cualquier otro
problema que presente esto? —pregunté.
Sus anteojos se deslizaron por su nariz y los empujó
hacia atrás. Ahora sí estaba seguro de que yo estaba loco.
Pero respondió que sí.
—¡Siga adelante, entonces! —le dije, y me llevé conmigo
al doctor.
Cuando nos hubimos alejado lo suficiente, le aconsejé:
—Es mejor que se acicale, doctor. Vamos de visita —y
volví con él a la nave. Me di cuenta de que me miraba, pero
no le di oportunidad de decir nada.
Cuando llegamos a la cabina de contralor, el doctor
siguió en dirección a su camarote y yo dije a Jerry que dejara
la radio y se emperifollara también. No hubiera querido
llevarlo, pero no me quedaba otro remedio. Teníamos que
ser tres por lo menos, y no podía distraer a ningún otro.
Cuando Jerry supo adónde íbamos, se puso tan
contentó que su sonrisa se podría haber divisado a una milla
de distancia. Salía como un cohete, cuando lo detuve para
advertirle:
—Despacio. Hay algo que le conviene recordar. Deje en
paz a la muchacha.
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