Page 236 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
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su  conversación  con  Adams.  El  cinturón  estaba  colgado

         sobre el brazo del sillón y ella estaba recostada en el mismo,

         con la vista perdida en el vacío, contemplando el misterioso

         futuro.


                No  tuve  ningún  inconveniente  con  ella.  Estaba  tan

         perdida  en  sus  pensamientos  que,  cuando  le  dije  que  su

         padre iba a estar perfectamente bien durante las próximas

         cinco  o  seis  horas,  y  que  ella  debía  acostarse,  no  opuso


         ningún reparo. Me sonrió y me deseó buenas noches; luego,

         salió tranquilamente; tan tranquilamente como si fuera una

         colegiala  y  yo  fuera  el  tío  Francisco,  que  había  venido  a


         pasar  el  fin  de  semana.  Su  cerebro  estaba  tan  repleto  de

         todas  las  nuevas  maravillas,  que  sus  reacciones  hacia  mí

         eran  puramente  automáticas,  lo  cual  no  me  sorprendió.


         Pobre chica. ¡Diecinueve años de pacífico desarrollo y de

         pronto,  esta  súbita  y  pasmosa  confrontación  con  las

         experiencias de la vida!

                Una vez que se hubo ido, esperé diez minutos, por mi


         reloj. Estaba tan ansioso por emprender la marcha, que me

         parecieron larguísimos. Pero pasaron, por fin, y me dirigí,

         por el extremo más alejado de la casa, al estudio de Morbius.

                Y  a  mitad  de  camino  me  volví  rápidamente,


         dirigiéndome  al  comedor,  donde  busqué  en  la  pared  el

         interruptor  con  el  cual  Morbius  había  accionado  las

         persianas blindadas, cuando nos hiciera la demostración.





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