Page 144 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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bordeaba con tanta precisión como si los hubiesen


            hecho con cemento. Mi sombra era una mancha de


            color negro. Era mediodía, por supuesto; ¡en todo

            el Interior era mediodía, todos y cada uno de los


            días!  El  Sol  cegador  me  castigaba  la  cabeza  y  el


            cuello, pronto me quemaría, pero el placer de esa


            luz solar valía, por el momento, la pena.

            Me volví estudiando el paisaje.


            Hierba, una monótona pradera. Hierba por todas


            partes,  hasta  el  horizonte,  sólo  que  no  había

            horizonte en aquel  mundo completamente plano.


            Levanté la vista, esperando ver cómo el mundo se


            inclinaba  hacia  arriba:  después  de  todo,  ya  no


            estaba  unido  a  la  superficie  exterior  de  una

            pequeña bola de piedra como la Tierra, sino de pie


            en el interior de una inmensa cáscara hueca. Pero


            no aprecié ese efecto óptico; sólo vi más hierba, y

            quizás algunos grupos de árboles o arbustos en la


            distancia. El cielo era una planicie de color azul de


            nubes altas y blancas que se unía a la tierra en una


            costura de niebla y polvo.

            —Me  siento  como  si  estuviese  de  pie  sobre  una


            enorme mesa —le dije a Nebogipfel—. Pensé que


            sería  como  un  paisaje  dentro  de  una  taza.  ¡Qué

            paradoja es no poder distinguir si estoy dentro de


            una gran Esfera o en el exterior de un gigantesco


            planeta!


            —Hay  formas  de  hacerlo  —contestó  Nebogipfel

            bajo su parasol—. Mire arriba.








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