Page 257 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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Así quedó excluida la luz del sol.
Nos escoltaron al centro de una galería
estrecha que recorría todo el fuerte. En aquel
espacio resonaba el ruido de los motores.
Olía a aceite de motor y a petróleo, además
del penetrante olor a cordita; hacía
demasiado calor, y sentí que me corría
inmediatamente el sudor por el cuello. La
única fuente de luz eran dos lámparas
eléctricas; insuficiente para iluminar aquel
espacio compacto y largo.
El interior del fuerte quedó grabado en mi
mente con trazos a media luz y sombras.
Podía ver la forma de ocho grandes ruedas
—cada una de diez pies de diámetro—
alineadas a los lados del fuerte, y protegidas
en el casco. En la parte delantera del fuerte,
en el morro, había un solo soldado en una
silla de lona; estaba rodeado de palancas,
indicadores y lo que parecían las lentes de un
periscopio; supuse que sería el conductor. En
la parte trasera del fuerte estaban los motores
y el centro de transmisiones. Allí pude ver
las voluminosas formas de unas máquinas;
en la oscuridad, los motores parecían más la
prole de grandes bestias que algo construido
por manos humanas. Los soldados iban y
venían alrededor de las máquinas, con
máscaras y guantes, como si sirviesen a un
ídolo de metal.
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