Page 293 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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petua, una ciudad que nunca podría
disfrutar del brillo del cielo de junio. Pero un
Londres que había aceptado todo aquello
como el precio de la supervivencia, me había
dicho Filby; las bombas y los torpedos caían
rodando por aquel techo masivo, o
estallaban inocuos en el aire, dejando sin
daño al Great Wen de Cobbet que está
debajo.
En todas partes, dijo Filby, las ciudades de
los hombres —que una vez habían estado
llenas de luz y convertían el lado nocturno
del planeta en una joya brillante— habían
sido cubiertas con caparazones oscuros;
ahora, los hombres apenas se movían entre
las grandes ciudades‐bóveda, prefiriendo
quedarse acobardados en sus penumbras
artificiales.
La nueva línea ferroviaria parecía haber sido
construida atravesando la vieja disposición
de las calles. Las carreteras sobre las que
pasábamos estaban llenas, pero de gente a
pie o en bicicletas; no vi vehículos, ya sea a
caballo o a motor, como esperaba. ¡Había
incluso rickshaws! Carruajes ligeros, de los
que tiraban hombres flacos y sudorosos, que
esquivaban las columnas de la Bóveda.
Al mirar la multitud desde la ventana del
tren, a pesar del aspecto atareado, creí
apreciar desánimo, tristeza y desilusión... Vi
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