Page 296 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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nuevos edificios eran pequeños, aplastados y
feos. Quedaban todavía cicatrices de los
primeros días de la guerra, antes de que se
terminase la Bóveda: cráteres, como cuencas
vacías, y montones de escombros que nadie
había tenido la decisión y la energía de
retirar.
La Bóveda alcanzaba su altura máxima a
unos doscientos pies directamente por
encima de Westminster, en el corazón de
Londres; al acercarnos al centro de la ciudad,
vi rayos de luz brillante que surgían de las
calles centrales y que iluminaban el techo
universal. Por todas partes, saliendo de las
calles de Londres y desde inmensas bases en
el río, estaban las columnas: desbastadas,
apretadas, con bases amplias y reforzadas.
Diez mil Atlas de cemento para sostener el
techo, columnas que habían convenido a
Londres en una inmensa mezquita.
¡Me pregunté si la cuenca de creta y arcilla
sobre la que se sostenía Londres podría
soportar aquel peso colosal! ¿Qué pasaba si
todo se hundía en el lodo, llevándose consigo
su preciada carga de millones de vidas?
Recordé con algo de melancolía la Era de las
Grandes Edificaciones por venir, cuando el
dominio de la gravedad que había visto haría
de la construcción de la Bóveda un asunto
trivial...
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