Page 372 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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y sabía que los daños y las pérdidas de vidas
en el suelo debían de ser muy grandes.
En la distancia —creo que hacia el norte— oí
una secuencia de explosiones apagadas,
como las pisadas de un gigante. A nuestro
alrededor, el ulular de las sirenas y el
inmenso rugido de la Bóveda agrietada
rasgaban el aire.
Me imaginé mirando desde la Bóveda un
Londres transformado en momentos de una
ciudad temerosa pero en funcionamiento a
un cuenco de terror y caos. Toda carretera al
oeste, sur o norte, lejos de la grieta de la
Bóveda, debía de estar llena de un torrente
de refugiados, con cada punto del torrente
representando a un ser humano, una mota
de sufrimiento físico y miseria: cada uno un
niño abandonado, un esposo o padre solo.
Moses tuvo que gritar para hacerse oír sobre
la cacofonía de la calle.
—¡Esa maldita Bóveda se nos va a caer
encima en cualquier momento!
—Lo sé. Debemos llegar al Imperial College.
Vamos. ¡Usa tus hombros! Nebogipfel,
ayúdenos si puede.
Nos metimos de lleno en la calle atestada.
Tuvimos que ir hacia el este, contra el flujo
de la multitud. Nebogipfel, obviamente
deslumbrado por la luz del día, fue casi
derribado por un hombre de cara redonda,
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