Page 377 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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Así  que  seguimos.  Resbalábamos  sobre  la


                  superficie de la carretera, cubierta de sangre


                  y  excrementos.  Pasamos  al  lado  de  un

                  muchacho,  quejumbroso  e  indefenso,  con


                  una  pierna  rota;  a  pesar  de  mi  advertencia,


                  Moses  y  yo  no  pudimos  resistirnos  a  sus


                  sollozos y gritos de ayuda, y lo levantarnos

                  de donde estaba, cerca del cuerpo de un le‐


                  chero, y lo sentamos contra una pared. Una


                  mujer salió de la multitud, vio el estado del

                  niño y se acercó a él; comenzó a limpiarle la


                  cara con un pañuelo.


                  —¿Es su madre? —me preguntó Moses.


                  —No lo sé. Yo...

                  La  extraña  voz  líquida  sonó  a  nuestras


                  espaldas, como una llamada de otro mundo.


                  —Vamos.

                  Continuamos,  y  finalmente  llegamos  a  la


                  esquina  de  Queenʹs  Gate  con  Terrace;  y


                  vimos que aquél había sido el epicentro de la


                  explosión.

                  —Al menos no hay gas —dije.


                  —No —dijo Moses con voz cerrada—. Pero...


                  oh, ¡Dios!.. ¡esto es demasiado!

                  Había  un  cráter  en  la  superficie  de  la


                  carretera  de  unos  pocos  pies  de  diámetro.


                  Las  puertas  estaban  arrancadas,  y  no  había


                  ventanas  intactas  por  lo  que  podía  ver;  las

                  cortinas  colgaban  inútiles.  Había  cráteres







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