Page 405 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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grisácea inundó nuevamente la cabina. El
frío cortante se redujo, pero yo todavía
temblaba violentamente. Me arrodillé en el
suelo al lado de Nebogipfel.
—¿Qué sucede? ¿Qué ha sido eso?
—Hielo —dijo—. Viajamos a través de una
era de glaciaciones periódicas; los glaciares
bajan del norte y cubren el mundo, atrapán‐
donos a nosotros en el proceso, y luego se
funden. En ocasiones, me atrevo a decir,
debe de haber hasta cien pies de hielo sobre
nosotros.
Miré por los ventanucos de la parte delantera
del coche. Vi el valle del Támesis convertido
en una tundra sólo ocupada por hierba resis‐
tente, manchas de radiantes brezos púrpura
y escasos árboles; estos últimos recorrían su
ciclo anual demasiado rápido para seguirlo,
pero me parecía que pertenecían a las
variedades más resistentes: robles, sauces,
álamos, olmos, espinas. No había ni rastro de
Londres: ni siquiera podía apreciar los
fantasmas de los efímeros edificios, y no ha‐
bía señales del hombre en todo aquel paisaje
gris, ni tampoco de vida animal. Ni siquiera
la forma del paisaje, las colinas y los valles
me era familiar, al haber sido transformada
una y otra vez por los glaciares.
Y ahora —lo vi llegar en un breve fogonazo
de brillo blanco, antes de que nos
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