Page 400 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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Me giré con la intención de salir de la cabina
en busca de Moses y sentí la mordedura de
unos pequeños dientes en la parte de atrás
de la mano. ¡Dientes de Morlock!
En aquel instante, con la muerte tan cerca de
mí, e inmerso una vez más en la oscuridad
primordial, la presencia del Morlock, sus
dientes hundidos en mi carne, el roce de su
pelo contra mi piel, ¡todo era demasiado!
Grité y golpeé con el puño el blando rostro
del Morlock.
Pero no gritó; incluso mientras le golpeaba
sentía cómo intentaba llegar al salpicadero.
La oscuridad cayó sobre mis ojos —el rugido
del hormigón que se desplomaba se redujo al
silencio— y me encontré nuevamente ca‐
yendo en la luz grisácea del viaje en el
tiempo.
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CAYENDO EN EL TIEMPO
El coche del tiempo se balanceaba.
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